Querido Diego:
Gracias por dejarte acompañar por esos caminos complicados de la vida, por la oportunidad de acoger tu vida, con tus miedos, tus luchas y tus oscuridades. Gracias por vislumbrar juntos esa Luz que también nos acompaña, en personas, en gestos,... que nos recuerda que nunca estamos solos.
Diego, gracias por tu esfuerzo de apertura, por tu confianza con tu inesperado y nuevo compañero de camino. Has sido capaz de reconocer, desear es Luz, que empieza a dejarte ser tú mismo. No es fácil, Diego enfrentarte a tus sombras, ya lo sabes. De a poquito lo iremos logrando y respondiendo a tus deseos más profundos. De a poquito irás recuperando esa Alegría interior que tanto ansiamos todos. De a poquito irás recuperando esa paz que te deje ser tú mismo.
Es emocionante Diego, ser testigo de "tu camino de vuelta a casa", vuelta a la Vida, a la aceptación, a descubrirte profundamente amado, tal y como eres. Así es Dios, Diego, incondicional. El nos recuerda que no somos lo que hacemos, somos para Él mucho más, hijos y hermanos.
Recuerda Diego que en este camino nunca estás solo, tienes a quienes te acompañamos "en el camino vuelta a casa". Un abrazo fraterno.
Es mi carta a Diego joven que estoy acompañando en una aventura dura y gozosa a la vez. Son muchos jóvenes en nuestros centros los que necesitan ese acompañamiento y apoyo para "volver a casa". Aprendamos a hacernos compañeros de camino, a fomentar una cultura del encuentro y de ternura, que les permita redescubrir su dignidad de hijo y hermanos.
A nosotros como hermanos menesianos, nos queda la hermosa y apasionante tarea de hacernos hermanos de quienes menos lo esperan y más lo necesitan, como deseaba Juan María de la Mennais. Gracias.
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