Hay quienes sienten que su vida no importa, que no tienen un espacio para ellos en este mundo, que no están llamados a nada,...Lo que hace que sus días se tornen grises, y no encuentren la chispa que necesitan para salir adelante. Éstos son más de los que parecen, y sufren mucho en su interior.
Hoy quiero reivindicar que todos somos llamados, que todos somos amados por el Buen Dios, que nos susurra en el oído: "tu vida me importa".
Nuestra vida con sus idas y huidas, con sus heridas y alegrías es acogida y acompañada, como la de esos discípulos despistados de Emaús.
Hemos a saber estar, despertar el deseo de más, hacer descubrir la bondad y belleza que encierra la vida de cada uno, y así, descubrir que todos tenemos un lugar en el mundo, que el Buen Dios cuenta con cada uno de nosotros en ese Proyecto de hacer un mundo mejor.
Que nuestras palabras, que nuestros gestos, sirvan para susurrar al oído de quienes más lo necesitan, "tu vida me importa", y puedan sentirse habitados por ese amor incondicional que despierta lo mejor de cada uno y nos hace brillar. Es entonces, cuando responder a una llamada, se convierte en una aventura que nos alegra la vida y nos abre al mundo que nos rodea.
"Tu vida me importa" se convierte en ese grito de la Revolución de la Ternura de la que habla el Papa Francisco, que nos hace estar atentos a la debilidad y la fragilidad de quienes están a nuestro lado, y necesitan descubrir en nuestros gestos y palabras oportunas, ese amor incondicional capaz de reconstruir, y rehacer historias. ¡Ánimo y gracias!
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