martes, 19 de octubre de 2010

ARE YOU READY?

¿Estás preparado? nos preguntaba un eslogan publicitario... ¿Para qué?... En una sociedad tan tecnificada como la nuestra, donde todo está tan facilitado, accesible, desarrollado: la información, las comunicaciones, la comidas preparadas, la moda,... todo respondiendo a todas nuestras necesidades nunca suficientemente satisfechas, me podría preguntar, ¿a qué me tengo que preparar?
Si profundizo un poco en mi realidad cotidiana, me encuentro en mi tarea educadora con jóvenes y adultos con la necesidad de prepararse ante experiencias vitales, por la que tienen que pasar de forma inexorable en un momento u otro, y a las que necesitan encontrarlas sentido, ubicarlas en su historia personal. 
Se trata de experiencias que la tecnología no nos aporta esa respuesta que necesitamos y que nos ayude a afrontar  la soledad, el fracaso, el éxito, la fama, el desafecto, la frustración, el rechazo, el abandono, la enfermedad, la desmotivación, la rutina, el miedo, la muerte de un ser querido,... Por tanto, reconocer que necesitamos prepararnos para vivir lo que tenemos entre manos, que no debemos mirar a otro lado, que debemos estar vigilantes, primero  con nosotros mismos, haciéndonos preguntas, buscando respuestas,...
Podríamos echar a correr hacia delante, en un intento de que no nos afectaran ... pero tarde o temprano, como si del efecto boomerang se tratara, vuelve a nuestras vidas con más fuerza logrando desestabilizar más nuestra existencia. 
El reto está en pertrecharnos, de forma que podamos afrontar con sentido aquello que nos toca vivir cada día. ¿Estamos preparados?
1. Aprende a mirar en tu interior. Es necesario pararse cada día un poco, darte tiempo, reconocer tus sentimientos y acogerlos sin culpabilidad. Respirar profundo para sentirte vivo, y así reconocer, que nada está perdido, quedan cosas por hacer. Un ejercicio de percibir tus cualidades, con las que te puedes valorar mejor y ponerlas al servicio de otros, y tu  límites, que te hacen ser realista y te descubren, tus incoherencias y contradicciones, que te recuerdan que no existe la perfección y se puede aprender de los errores.
2.  Estimula la apertura a la vida: aceptando lo que te toca vivir, confiando en ti y en quienes te rodean, pues si todo se percibiera como amenaza, nunca te arriesgarías ni irías más allá. La apertura a la vida se ejercita con el agradecimiento por las pequeñas cosas que te regala cada día, gestos, miradas, palabras de aliento,... pequeños dones que no hay que perder .
3. Cultiva la gratuidad. Da sin recibir. Experimenta lo que es donarse, entregarse, regalarse, perder el tiempo en favor de otros,... ¡ójala por quien más te necesite! Y descubrirás, que no eres el centro del mundo, sino un eslabón más, y que con tu pequeño aporte, haces de este mundo, un mundo más habitable. No todo se compra. Hay experiencias que nos ensanchan y aportan sentido, ésta es una de ellas. 
4. Crece en trascendencia. No tenemos respuesta ni explicación para todo, ¡aunque nos gustaría!. La vida nos enseña que hay "ángulos muertos", que nos recuerdan que todo no se puede dominar, que somos criaturas, ¡muy listas e inteligentes!, pero criaturas. Necesitamos mirar más allá, y aprender a admirarnos por el silencio, por una puesta de sol, por la vitalidad de la naturaleza, por la vida fecundada, por el perdón inesperado, el amor que no falla, la compasión de la víctima,... ¡necesitamos admirarnos!, no perder la profundidad de la vida... y un día, sin darnos cuenta, descubrir a Dios en ella, acogiéndonos, aceptándonos y levantándonos.
Más cosas podríamos meter en nuestra mochila... pero todo peregrino sabe que es mejor andar ligero de equipaje. ¿Estás preparado? ¡ánimo! y gracias.

No hay comentarios:

Publicar un comentario