
Mientras veía la película he ido reafirmando, profundizando y renovando pequeñas convicciones que pueden cargar de sentido la vida
Me he refirmado que el mejor camino de encuentro con Dios, siempre será el hombre, y en especial, el pobre, el abandonado, con el que nadie quiere contar. No es posible descubrir quien es Dios, si no miras a la cara a tu hermanos, sea quien sea, de la religión que sea, con la orientación política o sexual que sea,... y le dices con tu mirada, tus gestos, tu tiempo: "Tú también eres amado por Dios en Jesús". Y hacerlo con la sencillez de lo cotidiano. No hay oración auténtica que no nos lleve al hombre, y nos lo haga descubrir como hermano.
La película ha sido una ocasión para profundizar mi opción de vida como religioso. Donde no elegimos donde estamos, estamos llamados a apostar, amar, por los que nadie quiere (solo así entiendo mi celibato), y compartimos lo que tenemos al servicio de nuestra misión, tarea. Una vocación encaminada a dar la cara, encararse por lo más pequeños. Muy bien recogido en el desarrollo de la película.

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