viernes, 4 de febrero de 2011

¿SEDUCIDOS POR EL PODER?

Nos gusta sentir que tenemos poder cierto poder frente a quienes nos rodean, aunque sea informal, por ejemplo que nos pidan consejo. El poder implica una responsabilidad, pero sobretodo, es una tentación. Nos hace sentirnos aparentemente fuertes frente al otro.
El poder tiene un efecto embriagador, que en ocasiones nos hace olvidar que tratamos con personas, con limitaciones y necesidades como yo, y además, reduce peligrosamente nuestra empatía, nuestra capacidad de ponernos en lugar del otro.
Los numerosos escándalos de urbanismo y similares, nos devuelven la otra cara del poder. Nos hace vulnerables, cuando hemos hecho un uso indebido, buscando nuestro propio beneficio. El chantaje , las amenazas, la manipulación... son ese lenguaje que nos recuerda que el poder es, también, un arma que, como el boomerang, tiene recorrido de vuelta y no es eterno.
El deseo de poder apaga otras motivaciones que pueden llenar de más sentido y vitalidad nuestra existencia: la gratuidad, el reconocimiento, el perdón, la empatía,... y oculta estas  aspiraciones más profundas, pudiendo hacer de nosotros un monstruo con pies de barro. 
No pretendo ser trágico, ni quisiera pecar de exagerado. Pienso en la infinidad de dinámicas cotidianas en las que en el trabajo, en casa, en comunidad, ... nos vemos ejerciendo alguna forma de poder... que desde el momento en el que descubrimos que nos lleva a conseguir lo que quiero, la ejerzo  despiadadamente. Sino pensemos en  algo tan sencillo como el "mando" a distancia. Por un lado, es necesario una gran dosis de asertividad, para no deteriorar las relaciones diarias con conflictos innecesarios, y por otro, un ejercicio de generosidad, que nos haga capaces de ponernos en lugar de la otra persona y entender mejor sus necesidades. 
Ante la seducción del poder, el antídoto  más efectivo es, sin duda alguna, el servicio. "La revolución de la toalla"(expresión que tomo prestada a mi amiga Elena Andrés). Es una forma alternativa de "empoderizar" al personal. Descubrir en la experiencia de darse, de ofrecerse, una fuerza que nos hace grandes por dentro y nos hace capaces de cambiar el mundo en las pequeñas gestas de cada día. Tenemos de quien aprender. Gracias.



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