lunes, 11 de abril de 2011

COMO TÚ Y COMO YO...

Tengo un buen amigo, que me recordó hace bastantes años, "Nacho, todos nos vendemos, la diferencia solo está en el precio". Medio en broma y medio en serio, esta frase me recuerda la fragilidad de nuestras, de mis opciones. Y lo fácil que es ser sorprendidos en fragante "adulterio". Entiéndanme bien, hablo del alto riesgo de adulterar nuestras opciones, decisiones vitales, los valores que nos mueven en lo cotidiano. Es reconocer nuestra propia realidad de pecado ... ya sé que es trasnochado hablar en estos términos, pero a mí me gusta. Porque aunque nos moleste, el pecado es una realidad que forma parte de nuestra existencia. Llámenlo si quieren capacidad de hacer daño a los demás y a uno mismo, pero yo prefiero ser honesto y reconocer, que en mí, aunque sea un buen tipo, soy pecador. Me vendo a "mejores" postores, solo es cuestión de precio. El orgullo, la rivalidad, la envidia, la imagen, la prepotencia, el afán de poseer,... hay tantas formas de causar daño a nuestro alrededor y a uno mismo... 
Nadie estamos libres de esta realidad oculta, de la que poco nos gusta hablar... pero ahí está... no tiene orejas puntiagudas, ni cola, ni tridente,... pero ronda en nuestra existencia buscando fisuras, haciendo ofertas ventajosas, que nos apartan de nuestras opciones más vitales, y al final, causamos ese daño no buscado, o sí deseado, quien sabe. Somos vulnerables, y quien no lo acepte, peor será su caída, y más le costará levantarse.
Pero ante esta realidad, nos es necesario aprender a ver el pecado como lo ve Dios. Mientras nosotros intentamos, por un lado, ocultar y disimular el propio, y por otro, condenar y reprochar el ajeno; Dios ve una debilidad a socorrer, ofreciendo esa palabra y gesto oportuno capaz de dignificar a cada uno de nosotros. Lejos de impacientarse, sabe esperar y guardar ese silencio, que necesitamos para aceptar nuestra propia contradicción. En Jesús, encontramos a un Dios que nos quiere por todas partes, por lo bueno y por lo malo, esféricamente. Un amor incondicional capaz de sanar todas las heridas.
Hoy una invitación a no andar por los caminos de la condena, denuncia, desprecio, revanchismo... sino por los caminos más liberadores, de la misericordia, el perdón, la conmiseración, la comprensión... conscientes de nuestra propia realidad frágil y limitada, pero al fin de al cabo, amada. Gracias.

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