Con temor y temblor, compartiré algunas claves que puedan responder a la pregunta que dejé planteada ayer al final.
Quienes decimos sentirnos atraidos por la persona de Jesús de Nazaret, podemos sospechar, intuir que esto de la humildad encierra "algo", algo especial que puede llevarnos a vivir con más profundidad la vida que tenemos entre manos.
A tientas, sin ser experto de nada, solo buscador como tú, nos adentramos en cuatro claves, que se desprenden de la propia experiencia de Jesús, y así se reflejan en los evangelios.
1. Asumir la propia fragilidad y contradiciones de la vida. La primera, nos lleva en ocasiones a la segunda, mas no siempre. Somos tentados en muchos momentos, y de maneras muy sutiles, incluso bajo apariencia de bien. La comodidad, el prestigio, el poder, o una simple limosna (por justificarme),... nos puede llevar a esa ruptura con los hombres y con Dios.
Deseamos cosas buenas, pero sin saber muy bien porqué, los malos espíritus se llevan el gato al agua, provocando un sufrimiento, que en muchos momentos, no buscábamos. Saberlo reconocer, verbalizarlo y pedir perdón, es el mejor camino para crecer en medio de nuestras fragilidades y contradicciones. Esto mismo nos ayuda a aceptar las correcciones que nos hacen quienes comparten camino con nosotros y les toca asumir los cascos rotos de nuestras acciones.
2. "El que quiera ser el primero, que sea último y servidor". Reconozco que esto tiene mal marketing, y no está de moda. Pero hay que probarlo. Es una experiencia sencilla. Se trata de anteponer las necesidades de los demás a las nuestras, como suelen hacer las madres con sus hijos. Supone aprender a estimar más a los demás más que a uno mismo. Todo un camino de descentramiento, que sin recorrerlo, difícilmente vamos a descubrir quien es Jesús. Lo siento, no somos el centro del universo. Esto es un cambio copernicano por el que te llamarán ingenuo, en el mejor de los casos. Esta clave nos abre la puerta al servicio, la disponibilidad, la compasión,....que nos descubriran la alegría de darse, sacrificarfe en favor de otros,... unas opciones que si no las pruebas, no podrás imaginarlo.
3. Sufrir injustamente. Esto no pinta mejor. Según avanzamos parece que se pone más feo. ¿Quién no ha recibido una crítica injusta?¿Quién no ha sufrido una respuesta dura inesperada? ¿Quién no ha recibido un plantón?¿Quién no ha sufrido una repentina mala noticia?¿Quién no se ha enfrentado a la enfermedad terminal de un familiar o un amigo/a?
El sufrimiento es tabú en una sociedad del bienestar, que aunque en crisis, nos quiere hacer creer que el sufrimiento se puede evitar, sortear o conjurar. El ser humano puede sufrir, está preparado a sufrir, y aunque son experiencias no buscadas ni deseadas, desde donde las afrontemos va marcar la vivencia de las mismas.
Los cristianos hemos de recordar que seguimos a un Jesús despreciado, ninguneado y juzgado injustamente por las autoridades religiosas de su tiempo. Que fue condenado a muerte, colgado en una cruz, después de ser brutalmente golpeado. Todo eso, y fue un hombre que pasó haciendo el bien. Pero con Jesús hemos de recordar, que amar complica la vida, que defender la dignidad de los pobres, los últimos te pone en el disparedaro de todos los que ostentan algún tipo de poder, y que no quieren cambios. ¿Quién no ha sentido alguna vez el compromiso de defender al débil de una clase, o al compañero de trabajo? Hay grupos de presión, pero hay quienes se lanzan en favor de los pequeños, a pesar de las críticas, humillaciones, malas interpretaciones, haciendo realidad que como en una carrera de relevos, podemos coger la cruz de Jesús, dando la cara por quienes más nos necesitan.
4. El amor. ¡Menos mal!... parece que vemos el horizonte más claro. No está mal. Él lo hace posible. Él, Jesús, nos hace humildes. En Jesús, descubrrimos a un Dios Padre, que nos ama esféricamente, por todas partes. No hay en Él el mayor resquicio de rencor, acoge hasta el fondo toda nuestra condición humana, haciendo posible que brote en nosotros esa bondad que hace del mundo ese espacio más habitable.
Toda nuestra tarea es ser transmisores de este gran regalo. Ser capaces de amar a nuestros semejantes de tal manera que logren despertar a una nueva conciencia de sí mismo, más humana, más fraterna. Y no hay mejor camino, que ofreciendo una amistad desinteresada hecha de confianza y estima mutua.
¿Esto no nos hace dichosos?
Me ha encantado esta publicación, hacia tiempo que te tenia abandonado virtualmente,solo virtual.
ResponderEliminarIntentare ser más fiel, recibe un gran abrazo.
Pepe