Acostumbrados al reconocimiento, privilegios, ventajas, zonas vips, tarjetas plus, ... que venga alguien y nos hable de gratuidad, choca de frente con las dinámicas desde las que nos solemos mover. Eso que recibas lo mismo que yo, sin haber hecho méritos para conseguirlo, es claramente inconcebible, se sale de nuestros parámetros.
A nosotros lo que nos es más connatural es disfrutar de nuestros privilegios, fruto de nuestros esfuerzos, y si no es así, la protesta está asegurada. Y si vemos que alguien se beneficia de aquello que consideramos que no es merecedor, nuestra envidia sube el nivel de nuestra indignación. Pero la envidia, no es más que un mecanismo de defensa, frente a nuestra incomprensión más absoluta de lo gratuito.
Y sin embargo, no hay nada más liberador que lo gratuito. Nos ayuda a descubrir los signos de bondad que se nos regalan, y que nos permiten ser más uno mismo, dándonos nuevas oportunidades en la vida.
La Parábola de hoy (Mat, 20,1-16), nos presenta a Dios como quien se da sin pedirnos nada a cambio, ni siquiera buenas obras. Nos quiere por quien somos , y no por lo que hacemos, deseando todo bien para cada una de sus criaturas, nuestra felicidad.
Somos nosotros quienes insistimos en movernos en otra dinámica bien distinta, en la que nos acostumbramos a movernos por nuestro propio interés, manipulando la realidad, sin tener en cuenta las consecuencias. Nos acostumbramos a un estilo competitivo que nada tiene que ver con lo gratuito del reino. La envidia no es más que un síntoma de esa dinámica destructora de la persona.
Jesús, a través de la parábola, nos recuerda que las cosas, nuestras relaciones pueden ser diferentes. Podemos apostar por un estilo alternativo, que nos habla más de reino, y nos hace más humanos. Podemos crecer en lo gratuito desde tres claves:
1º. La sencillez. Sabernos imperfectos, con límites, llenos de matices, algunos cuestionables, nos recuerda que no necesitamos mirar a nadie por encima del hombro, y que somos seres básicamente amados por su misericordia, y eso facilita nuestras relaciones, pues nos hace más condescendientes con los demás. La humildad nos acerca a esta forma de amor.
2º. La bondad. Centrarnos en el buscar el bien ajeno. No alegrarnos de sus derrotas, ni penas o desgracias. Buscar el bien, andar por la vida haciendo el bien a quienes nos rodean, sin pedir credenciales, ni puntos, ni favores, ni méritos, simplemente el bien, porque sí.
3º. La gratitud. Estimular en nosotros esa capacidad de dar las gracias. Reconocer lo bueno y dar las gracias por recibirlo, aunque sea sencillo, pequeño, o incluso insignificante para algunos, pero lo sabemos agradecer, como pequeñas bendiciones de la vida.
Tres claves que si las cultivamos, iremos creciendo en gratuidad, y iremos haciendo posible ese cambio copernicano de una mentalidad utilitarista basada en el mérito, a una mentalidad gratuita basada en la misericordia. Buena semana y gracias.
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