Sin juzgarte, viendo lo bueno que hay en ti, sin importarle las opiniones ajenas, ni la presión de los demás, sin dejarse impresionar por tu historial oculto ni tus fechorías, por gordas que hayan sido, Jesús te dice al oído: ¡cuento contigo!
Cuando todos nos esforzamos en fijarnos en los defectos y faltas de nuestros semejantes, nuestro Dios, tiene una forma peculiar de mirarnos. Su misericordia saca a flote todo resquicio de bondad, que hay en el interior de cada uno por escondido que esté. Si nos dejamos, esa mirada ilumina toda nuestra existencia, levantándonos de nuestras miserias cotidianas y despertando el deseo de compartir esas semillas de bondad que todos llevamos dentro.
Una mirada condescendiente a lo cotidiano, a quienes comparten camino con nosotros, puede resultar sanadora. Hacer este ejercicio de misericordia, se convierte en un auténtico servicio necesario, que recompone a la persona, le ayuda a descubrirse valorada, querida, recobrando una dignidad perdida, que le permite sentir que tiene una nueva oportunidad para sacar lo mejor de sí misma.
Dios es así, nunca tira la toalla con ninguno de nosotros. Deseemos amar así, intentémoslo una y otra vez, a su estilo. Solo así, con esa mirada cargada de condescendencia y estima profunda, sanaremos las heridas hasta ahora incurables, y haremos fiesta por quienes antes estaban lejos.Gracias
He visto el dibujo de hoy de Cortés y me he acordado de tu entrada...
ResponderEliminarhttp://blogs.periodistadigital.com/hermano-cortes.php/2011/09/22/title-5568#comments
Gracias, que chulo que se acuerden de uno... por tal motivo.....jejejeje, un abrazo
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