No es fácil... ¡pero es posible! Se trata de dejarnos tocar nuestras "zonas oscuras", aquellas que nos comen nuestros sueños, nuestras ilusiones o proyectos. Dejarnos iluminar nuestros miedos, nuestros complejos, nuestras miserias de cada día, que nos empequeñecen y nos roban la sonrisa,... a la luz de una mirada cálida, de un amor imperfecto, de un abrazo pedido,... Levantemos nuestro ánimo, subámonos a los árboles, superemos lo que hasta hoy era barrera, ... y agradezcamos, sí, demos gracias por las pequeñas cosas de cada día. Así, conseguiremos no acartonarnos, y sentir el ungüento de la presencia cierta de un Dios que se nos regala, en llamadas y abrazos, en chistes y miradas, en silencios y en Palabra. (¡Gracias Elena por el vídeo!)
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