martes, 28 de febrero de 2012

QUERER NUESTRA FRAGILIDAD...

No porque sea buena, ni porque nos guste, sencillamente porque forma parte de nosotros... Esta tarea vital es posible, si aprendemos a mirar nuestras contradicciones, heridas y errores, como los ve Dios... con misericordia, es decir, pasando cada una de ellas por su corazón.
Hasta que no aprendemos a perdonarnos a nosotros mismos, no experimentamos lo que supone confiar en esa mirada de Dios sobre cada uno de nosotros. Es así como abrimos la puerta a la bondad y compasión, que nos descubre el poder sanador del perdón y nos devuelve una mirada más condescendiente sobre uno mismo y sobre los demás.
Es entonces, cuando reconocemos que no necesitamos ser perfectos para ayudar a otros, para amar... ni tampoco para ser amados y ser aceptados como somos. No necesitamos sucumbir a la presión de la imagen, del reconocimiento, ni a los juegos de humo, en los que tenemos la ilusión de ocultar lo que todos ya sabemos por propia experiencia: nuestras pequeñas miserias.
Una invitación hoy, a devolver esa misma mirada  amable de Dios a nosotros mismos, a los demás, y al mundo que nos rodea. Acogerla de tal manera, que nos permita, por un lado, aceptar con respeto y paz las propias grietas de nuestra vida, y por otro, perdonar a quienes nos hieren fruto de sus propias fragilidades, que son compartidas. ¿No hacemos así nuestro mundo más habitable?¿No devolvemos así esa dignidad humana tan perdida?¿No construimos así puentes a la fraternidad, aunque sea imperfecta?Gracias.

No hay comentarios:

Publicar un comentario