jueves, 6 de septiembre de 2012

DIVINO CUERPO...

Es evidente y sabido por todos la importancia que le damos al cuidado de nuestro cuerpo, su valor, exagerada en muchas ocasiones, y manipulada por los medios en otras tantas, es indiscutible. ¿A quién no le gusta ofrecer su mejor imagen como carta de presentación? Es legítimo, nada criticable. Pero es probable que nuestro acercamiento y valoración de nuestro cuerpo, que es único, esté ciertamente distorsionado por una cultura que hace de la imagen la única realidad. Parece que solo existimos si somos vistos, si logramos que otros se fijen en nosotros. Limitamos seriamente la propia realidad de nuestro cuerpo, que es  mucho más profunda y única, diferente a cualquier otro cuerpo y que lleva esos detalles de identidad que  forma parte de  quienes somos,... "te reconocí por tu forma de andar...", "tu forma de saludar te delata...", "tienes una forma de mirar...","me encanta como das la mano",....
Nuestro cuerpo es nuestro hogar, es mucho más que pura imagen, es precisamente el que posibilita entrar en contacto con el mundo, con los demás, ¡y como no!, con nosotros mismos. Nuestro cuerpo es el primero en avisarnos de una emoción, de cuando estamos enamorados o disgustados. Se encogen nuestras tripas cuando nos estremecemos, o damos brincos de alegría con una buena noticia,... En ocasiones nos encogemos de dolor, o cerramos los ojos de rechazo a...
Nuestro cuerpo, divino cuerpo, se rompe, es frágil. Se rompe por fuera ante una caída desafortunada, pero también por dentro, ante un fracaso, una decepción... "me has roto el corazón"...  Descubrimos que tiene sus tiempos, que necesita recuperarse, serenarse, silencio, o activarse... Que importante es aprender a escucharlo.
Cuidar nuestro cuerpo, prestar atención a nuestro cuerpo, no es cuidar nuestra imagen en esa búsqueda imposible del cuerpo perfecto ("metrosexual"), es más bien, aprender a conciliar nuestra cuerpo externo con nuestro interior. Nuestro cuerpo no es una simple carrocería... sino lo que sustenta y posibilita quienes somos, cuando nos sentimos en paz, tranquilos, queridos, nuestro cuerpo expresa esa paz y tranquilidad... Podríamos ocultarla, ¿pero que ganamos disociando nuestro interior con lo más externo nuestro, el cuerpo. Todo un reto, ir creciendo en esa "psicomotricidad fina", que nos permita coordinar entre lo más interno nuestro (lo que pensamos y sentimos) con lo más externo nuestro (lo que hacemos y reflejamos con nuestro cuerpo).
Divino cuerpo, que nos abre al mundo, que nos acerca a las personas,  que nos conecta con lo más profundo  de nosotros mismos (interioridad) y todo ese Misterio que nos habita, y nos susurra que somos seres profundamente amados, tal y como somos, sin necesidad de artificios, ni maquillajes, ni sesiones interminables de gimnasio. Nuestro cuerpo hogar y también nuestro templo, lugar de encuentros, que nos despliega como personas y nos da la posibilidad de comunicarnos en miradas y abrazos, ofrecernos en amistad, y amar en carne y hueso, hecho gestos. Gracias.

No hay comentarios:

Publicar un comentario