lunes, 5 de noviembre de 2012

¡A FONDO PERDIDO!

La escuela de los pequeños, de los que ofrecen sin calcular, de los que miran sin juzgar, de los que acompañan sin preguntar... 
Amar a fondo perdido nos devuelve al horizonte de gratuidad, que dispersa la niebla de la sospecha y nos desprende de las máscaras de nuestros intereses. 
A fondo perdido nos recuerda que todos alguna vez hemos necesitado en nuestra vida de esa gratuidad, donde hubo quienes fueron capaces de mirar más allá de nuestros actos, o de nuestras palabras, y acompañaron nuestra impaciencia, perdonaron nuestro desprecio, o sencillamente curaron nuestras heridas... Y eso solo se puede hacer a fondo perdido...
Fue un tal Jesús de Nazaret el fundador de esta escuela, la escuela de los humildes. Y se prepara para el éxito, pero un éxito radical que es capaz de ir a la raíz de las personas. En esta escuela lo único importante es sembrar, el resto vendrá por añadidura.
Hablamos de una auténtica innovación de la propuesta, ¡a fondo perdido! Experimentar que un gesto de amor no tiene una respuesta igual ni proporcional medida. Pudiera ser, mas no siempre es así. Aceptar que ese esfuerzo, ese tiempo o ese detalle de amor queda sembrado  y no depende de ti que dé o no fruto, es uno de los aprendizajes vitales importantes. Es en ese preciso momento, cuando podemos empezar a reconocer esas vidas entregadas que nos rodean y que han sabido acoger esa llamada cotidiana a vivir a fondo perdido. Son precisamente estas personas las nos recuerdan que las cosas pueden ser de otra manera, ¡a fondo perdido!, sin calcular costes, sin vivir de apariencias, sin querer cubrir expectativas,   sencillamente a fondo perdido. Gracias.

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