Lo más bello, lo más valioso, está dentro de cada uno de nosotros, y apenas caemos en la cuenta de ello. Vivimos encogidos por el peso de nuestras preocupaciones, complejos y miedos... Vivir con intensidad supone ese esfuerzo por desplegarnos y dejar que nuestra existencia alumbre a quienes tenemos al lado. Esa tarea de búsqueda interior que nos permita no solo estar plenamente a gusto con nosotros mismos, sino percibir que quienes entran en contacto con nosotros, también son felices.
¿En qué consiste ese tesoro oculto? Todo ese potencial de bondad que anida en nuestro interior y que nos descubre que somos seres con una gran capacidad de amar.
Hemos de combatir con decisión y coraje todo aquello que nos lleva a la mediocridad y devalúa nuestra condición humana. La rivalidad, el oportunismo, el poder, la manipulación , el engaño, la violencia, ... son dinámicas que no hacen más que ocultar y amenazar de muerte todo lo bueno que reside en nuestro interior.
Tenemos un gran tesoro guardado en una vasija de barro. Ha de ser así. Nuestra propia fragilidad aporta un valor añadido a nuestro tesoro, recordándonos que no está llamado a conservarse, sino más bien a desparramarse, a compartirse con tantos como entren en contacto con nosotros. Nuestro tesoro oculto crece cuanto más se da.
Soy un tipo afortunado. Me siento absolutamente regalado cuando evidencio esta pequeña certeza y veo esos gestos de bondad en los jóvenes de bachillerato con los que comparto los encuentros de interioridad. Sus rostros iluminados de tranquilidad y alegría, alimenta mi esperanza que un día descubran su tesoro, vendan todo y compren el terreno donde se oculta el tesoro...
Lo mejor, lo llevamos dentro, no cabe duda. Busquemos con respeto y empeño en nuestro interior, y dejémonos sorprender. Gracias
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