Quizá nos tendremos que recordar más a menudo la necesidad de afinar nuestra mirada al mundo, a las personas, a uno mismo. Y hacerlo con el único fin de descubrir en esa mirada lo bello , lo bueno, lo hermoso que se esconde en lo más cotidiano. Si no hacemos este esfuerzo, nos podemos perder la esencia y hondura de las cosas, que son precisamente las que son fuente de ánimo y nos pueden lazar cada día a dar lo mejor de uno mismo.
Así se nos regala Dios cada día, pero ¿qué nos puede ayudar a reconocerlo?
1. Abre los ojos a lo bueno de cada día. Es importante recordar una y otra vez que quedarnos en la queja constante nos encoje, no limita y nos convierte en personas miopes que solo nos centra en nuestro ombligo. Si logramos reconocer lo bueno que nos rodea, dignifica nuestra mirada, nos despliega hacia fuera y nos prepara para acoger lo inesperado.
2. Reserva esos espacios para agradecer. Cuida esos momentos tuyos cargads de intimidad, donde hagas consciente aquello que recibes y no has hecho nada por merecerlo. Esos momentos donde uno se puede experimentar amado, regalado, valorado, ... Y solo nos queda el gesto sencillo de agradecerlo, quizá con un abrazo, con una sonrisa, o con una oración...
3. Ponte en marcha para ofrecer lo que eres y tienes. Es entonces cuando uno se siente en la necesidad de devolver, aportar y seguir esa obra creadora de bondad. Es esa voluntad de seguir esa cadena humanizadora que Dios nos propone con Jesús de Nazaret, su Hijo amando.
Son tantos quienes se empeñan cada día en hacer las cosas más fáciles a sus semejantes, son tantos quienes realizan gestos generosos anónimos, son tantos quienes se esfuerzan en superar la mediocridad ambiental y ofrecer lo mejor de ellos mismos, ... Que si lográsemos caer en la cuenta de ello, nuestras vidas cotidianas podría llegar a transfigurarse, y reflejar parte de esa bondad que se nos regala cada día. Buen comienzo de semana y gracias.
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