miércoles, 27 de febrero de 2013

MARCAR LA DIFERENCIA...

No es fácil cuando la corriente arrastra con fuerza, cuando todos nos empujan en otra dirección, aunque no sea la que quisiéramos. Marcar la diferencia requiere un esfuerzo añadido, para el que necesitamos coger aliento, tomarnos una pausa, y lanzarnos ... 
Pero la diferencia, ¿respecto a que?... pues sencillamente frente a lo que nos quieren empujar...
Frente a la indiferencia indolente, la fraternidad universal... Parece que solo actuamos cuando nos toca a nosotros o a alguien que conozco de cerca. Habrá quienes piensen que "yo bien", todos bien... pero no es cierto. Podremos cerrar los ojos y disimular mientras pasan las cosas, podremos vivir a golpe de escándalo destapado por nuestros "maravillosos" medios de comunicación... Pero en el día a día, sigue habiendo familias enteras que van a por alimentos a las ongs, jóvenes sin recursos que duermen en la calle un día si y otro también, ... Hoy  es necesario marcar la diferencia, y proponernos gestos de fraternidad universal, que no pregunta no pone condiciones, una fraternidad a pequeña escala, que sirvan de apoyo y aliento a quienes les toca sufrir el sabor amargo de la precariedad. Nada nos acercará a Dios más que esto. Compartir alimentos, ceder una habitación, visitar a quien se siente solo y desanimado, y otros tantos gestos....
Frente al individualismo rampante, el servicio ... Es necesario experimentar que "el yo me lo guiso , yo me lo como", no nos va sacar del pozo en el que nos estamos metiendo. Hagamos la prueba de como el servicio, la acción desinteresada en favor de otros, nos envuelve en una dinámica mutiplicadora, que nos descubre que somos seres acompañados y reside en cada uno semillas de bondad, que nos pueden impulsar a esos pequeños gestos que ayudan a dignificar a las personas, sean quienes sean. Como Jesús, invitados a lavar los pies, ¿no es alentador? Es, precisamente el servicio, un elemento diferenciador de  quienes decimos que somos seguidores de un tal Jesús de Nazaret.
Frente al poder arrollador, la humildad humanizadora, como el mejor antídoto ante esa búsqueda desesperada del bien particular, de privilegios, de poder... Una humildad que nos pone alerta de nuestros propios engaños, nos recuerda nuestra propia fragilidad y nos impulsa a esa búsqueda conjunta del bien común. Esa humildad, que nos acerca a la debilidad ajena con respeto, y nos ayuda a priorizar en gestos, en palabras y en hechos. Una humildad que nos impulsa a dar la cara por los más débiles, pues ellos son lo auténticos protagonistas para Dios.
Habrá quienes prefieran otra cosa, dejarse llevar, mirar a otro lado, o surfear por encima de los problemas sin dejarse atrapar por ellos... Pero también hay quienes queremos marcar la diferencia, ¡no siempre acertaremos!, pero queremos una vida que sirva para algo, para aportar ese plus de humanidad que hace falta. Gracias.

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