¿Acaso se puede? Habrá quienes piensen que es imposible, que es inútil, una pérdida de tiempo. Cambiar no es posible. Asumir esto, nos hace duros, inflexibles, y boicotea todo atisbo de esperanza. En el fondo, oculta una falta de responsabilidad con uno mismo y con los demás. Nos conduce a no hacer ningún esfuerzo y tirar la toalla.
No basta con tener criterio certero para hacer una lectura crítica de la realidad. ¡Todos ya sabemos lo que es un árbol seco! La clave está, en si tú y yo podemos aportar algo, hacer algo nuevo y distinto para que dé fruto. Lo que no hagamos queda sin hacer, y además, es ingenuo pensar que vendrá otro por atrás que ya lo hará.
Donde todos ven una higuera seca incapaz de dar fruto, Jesús de Nazaret (Lc 13,6-9) vio una realidad necesitada de ser cuidada, mimada, albergando esa esperanza incombustible del evangelio, que nos recuerda que todo está preñado de vida, incluso lo más inesperado, la cruz.
¿Se puede cambiar? ¿De qué depende? Si nos refugiamos en hacer siempre lo mismo para argumentar más y mejor lo mal que van las cosas, nos estaremos engañándonos a nosotros mismos. Pero si regalamos a la vida una mirada más amplia y profunda, que nos permita ver las oportunidades y lo bueno que se nos esconde en las personas, en los acontecimientos incluso más duros, una denuncia injusta, una humillación, un fracaso,... Estaremos abriendo una puerta a la esperanza...
Esto no es posible sin implicación. Es necesario cavar, echar abono, regar con insistencia,... Los cambios son posibles porque somos capaces de introducir elementos nuevos que posibilitan la aparición de frutos donde antes no pasaba nada.
La confianza se convierte en nuestro aliado esencial para el cambio. Una confianza que nos lleva a ver más allá de lo aparente, y que nos empuja a una mirada gratuita y comprometida con la realidad, con nosotros mismos y con los demás. Esta confianza es la que nos permite apostar y esforzarnos por aquellos de los que casi nadie espera nada bueno de ellos. Es una forma cotidiana de dar la cara por los pequeños, los más tirados, los últimos del vagón, que a penas cuentan, ¡ya ni en las estadísticas!, tan preocupadas por la prima de riesgo.
El cambio es posible, necesita del concurso de todos, de cuantos más mejor. De actos heroicos cotidianos preñados de esa bondad, que nos recuerde, que aún hoy, merece la pena apostar por nuestro árbol seco, ¡el que sea! Seamos valientes, mantengámonos en pie y con ánimo. ¡Feliz semana!
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