miércoles, 3 de abril de 2013

COMPAÑEROS DE CAMINO

Uno se encuentra cada vez más caminando por la vida, a gente más sola, ensimismadas en sus cosas, absorbidas por su problemas, necesitadas de ser escuchadas y poder decir su palabra a alguien,... Hoy como ayer, se necesitan compañeros de camino, capaces de hacerse los encontradizos, de generar espacios de diálogo, sin juzgar ni etiquetar, simplemente, personas capaces de caminar junto a otras, sin creerse más, solo compañeros.
No es fácil, ninguna de las dos cosas, ni ser compañero, ni dejarse acompañar. No es algo automático. Requiere cierta habilidad por un lado, y apertura por el otro. 
Reconocer en ocasiones que vamos por la vida dando tumbos, oscureciendo la mirada y recortándonos el campo de visión, no es una experiencia agradable, y no es fácil hacerla consciente, aunque sea necesario. A veces, preferimos tirar para delante aun sabiendas que no tenemos claro a donde vamos, o de donde huimos. Son precisamente en esos momentos donde se agradece un compañero de camino. Ése a quien poder contar, contrastar o dejarme acompañar, compartiendo esa vida, que en ocasiones se nos escapa como el agua entre los dedos...
Ahora bien, tampoco lo tienen fácil los compañeros de camino. Requiere habilidad, tacto, una sensibilidad que nos permita acercarnos, sin invadir, escuchar y saber preguntar. Los buenos compañeros de camino son quienes saben cuando callar y cuando decir la palabra oportuna, si abrasar... Estos compañeros de camino son atrevidos, pues se acercan sin más, sin saber como serán acogidos, sencillamente compartiendo ese espacio y tiempo que nos conecta a todos, y que tenemos en común. 
¿Qué pueden ofrecernos estos compañeros? Su presencia cercana, su escucha atenta, su palabra oportuna o su silencio respetuoso. Pero lo más importante, desde mi manera de ver, pueden ofrecernos una mirada profunda a la vida, a la tuya, al mundo... permitiéndote ver con más hondura lo tienes entre manos, ayudarte a poner nombre a deseos y proyectos, ¡y como no!, a resituarte de nuevo, a afrontar cambios, desandar caminos y apostar por aquello que realmente merezca la pena y nos pueda dar sentido y plenitud. 
Me encanta ese relato de Emaús (Lc 24, 13-35), nos recuerda que no tenemos porque andar solos por la vida, y que nuestro Dios se hace el encontradizo, se nos pone a tiro, hemos de estar atentos, y dejarnos sorprender, ¿quién sabe? quizá mañana. Me gustaría acabar animándonos mutuamente a dejarnos acompañar, a levantar la mirada y atrevernos a ir más allá de lo que en ocasiones nos planteamos. Gracias y  ¡Feliz Pascua!

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