martes, 21 de enero de 2014

¿QUIÉN SABE MÁS DEL AMOR?...

A la vista de ciertas declaraciones que dentro de nuestra Iglesia se dan, sigo viendo urgente algo menos de "teología enlatada" en catecismos y un poco más de humanidad y sentido evangélico, que en poco se aleja al sentido común.
En nuestra Iglesia sigue siendo necesario crecer y aplicarnos muy seriamente al menos en dos tareas:
1. Aprendamos a ver la realidad como la ve Dios, es decir, al estilo de Jesús de Nazaret, pues fue Él quien, con sus gestos y palabras mejor habló de un Dios que nos reconoce y acoge como hijos. Un Dios "tododebilidad," que se hace uno de tantos y que acompaña la suerte de sus hermanos los hombres, los perdidos, los pequeños, los ninguneados... Un Dios que crea lazos, comparte mesa, tiende la mano, acompaña en el camino, perdona, no juzga sino libera, y sobretodo, un Dios que propone un nuevo estilo de relaciones basadas en la fraternidad y la gratuidad.
Debiéramos asegurar que nuestras declaraciones eclesiales trasparentaran esa sensibilidad evangélica, en vez de tanto dogmatismo, enseñanza, y formalidad... A ciertos eclesiásticos, les falta un poco de calle, de patear  y estar con la gente, escuchar más y hablar menos, de tomarse un café con una pareja gay y hablar del amor, con minúscula, y del Amor, con mayúsculas. Nos hace falta humanidad, saber estar, como Jesús de Nazaret.
2. Acojamos, en un esfuerzo de diálogo entre la fe y la ciencia, los acuerdos básicos de la mayoría de la comunidad científica, que desde mediados de los setenta ya descartaron la homosexualidad como un trastorno o enfermedad mental (DSM-5). 
Es hora de acoger el amor en sus múltiples expresiones, ese amor que se vive desde el respeto, la donación y la entrega al otro, sea quien sea ese otro. Da igual que sea heterosexual o homosexual, ... Lo importante es vivir nuestra capacidad de amar y dejarnos amar de forma liberada, altruista abierta al otro y al mundo. ¿Acaso los célibes que no tenemos hijos no vivimos nuestra afectividad con plenitud? Yo sí, ¡felizmente célibe!. Pues no me cabe duda que los homosexuales también, con la misma madurez y fecundidad que el amor permite, que es una vida entregada al otro.
Las manipulaciones, el engaño, el abuso, las perversiones, así como la donación y la entrega o gratuidad, no pertenecen a ninguna identidad sexual, sino a la actitud con la que cada uno vivimos nuestras relaciones de entrega y amor.
¿Quién sabe más de amor? Quienes cada día apuestan por un proyecto de entrega y donación. Quienes se abren a la gratuidad y al perdón. Quienes saben empezar cada día de cero. Quienes no se rinden  y apuestan por los más débiles, quienes saben acompañar y estar en los buenos y malos momentos, quienes acogen y saben ofrecer lo que tienen a quienes más lo necesitan, ... ¿Quién soy yo para juzgar?, ¡nadie! 
A los creyentes nos toca amar, caminar con quienes se sienten solos, acoger, y con humildad, con mucha humildad, reconocer que nos queda mucho que aprender del maestro, Jesús de Nazaret, que por cierto, nunca se dejó llamar maestro. Gracias.

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