La auténtica oración humaniza. En la persona de Jesús descubrimos esa profunda relación entre buscar el bien a quienes más lo necesitan y la relación con un Dios, que nunca se olvida de los pequeños y los que sufren. Si algo nos revela Jesús de Dios, es que es todo com-pasión. Si algo tiene que ser nuestra oración, es compasiva.
Necesitamos una oración cargada de humanidad, capaz de despertar esa mirada atenta y sensible hacia quienes peor lo están pasando. Una oración dirigida a la víctimas de la persecución irracional en nombre de "un seudo-dios", a quienes sufren injustamente las consecuencias de las guerras y conflictos ya olvidados por los medios, o a quienes sufren la indiferencia asediados por la enfermedad y el hambre, o a quienes un día tuvieron que abandonar sus casas por la codicia y la falta de escrúpulos de quienes ostentan el poder. Si algo debiera ser nuestra oración es profundamente humanizadora, capaz de despertar conciencias (empezando por la mía propia) e impulsar gestos y presencias que les recuerden a los pequeños, que Dios nunca olvida a los que sufren.
Necesitamos una oración cargada de humanidad, capaz de despertar esa mirada atenta y sensible hacia quienes peor lo están pasando. Una oración dirigida a la víctimas de la persecución irracional en nombre de "un seudo-dios", a quienes sufren injustamente las consecuencias de las guerras y conflictos ya olvidados por los medios, o a quienes sufren la indiferencia asediados por la enfermedad y el hambre, o a quienes un día tuvieron que abandonar sus casas por la codicia y la falta de escrúpulos de quienes ostentan el poder. Si algo debiera ser nuestra oración es profundamente humanizadora, capaz de despertar conciencias (empezando por la mía propia) e impulsar gestos y presencias que les recuerden a los pequeños, que Dios nunca olvida a los que sufren.
Alentemos entre nosotros esa ternura con los de cerca y con los de lejos, y como nos anima Francisco, "primereemos", y apostemos por acercarnos a quienes más nos necesitan, y al estilo de Jesús, tengamos esos gestos que dignifican, serenan, alivian, y les hacen descubrirse queridos.
No por olvidar, dejan de pasar las cosas. Hemos de ser honestos y ampliar la mirada, abrir el ángulo de visión, y poner toda la carne en el asador en esta tarea humanizadora.
Por último, Jesús nos recuerda que su compromiso humanizador, se sustenta en su Padre Dios, que es todo com-pasión.
Así pues, una semana para no mirar a otro lado, sino para aprender a ver con los ojos del corazón, y ver con más profundidad y ternura.
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