jueves, 4 de junio de 2015

¿DÓNDE ESTÁ DIOS?

Parece que no es fácil esto de encontrar a Dios, como si decidiera ponerlo difícil, como si le gustara jugar al escondite... Pero la realidad siempre es más sencilla.Lo que nos falta es atención, dejar espacio al silencio, a la contemplación de las pequeñas cosas de cada día, crear espacios de encuentro con uno mismo y con los demás... Nos falta entrenar nuestros sentidos, y abrirlos en dos direcciones. Primero, en percibir todo el bien que recibimos de quienes están a nuestro lado, y que de una manero u otra, nos quieren. Segundo, a expresar en gestos y palabras oportunas todo lo bueno que llevamos dentro.
Dios no juega al escondite, como si de un tesoro escondido se tratase, ya está dentro de ti, de mí, de cada ser humano. Solo queda darnos cuenta, prestar atención, y reconocer en uno mismo y en los demás esa presencia del Amor. 
El evangelio de hoy, nos recuerda que el amor es una opción, cargada de confianza, de búsqueda, y de una apuesta ineludible por la persona con rostro concreto. La mejor manera de rastrear la presencia de Dios, es a través de las mil historias cotidianas de amor desinteresado y gratuito que van conformando nuestra vida. Es en el encuentro con el otro, donde Dios se nos regala, y nos vemos dando lo mejor de cada uno. 
Nuestro Dios no hace excepciones, no se rige por prejuicios de ningún tipo. Como cualquier padre, tiene preferencia, especial preocupación, por sus hijos más débiles, quienes peor lo pasan y más ninguneados están. Es precisamente con ellos, acompañando, estando, compartiendo su suerte, donde mejor encontramos a Dios, donde más se nos regala. Es así, como nos hacemos partícipes de su com-pasión, y nos convertimos en signo de su presencia ante quienes más necesitan salir a flote. 
Así pues, ¡pongámonos en marcha!, con la certeza de la presencia segura de Dios en cada uno de nosotros, basta prestar atención y salir de nosotros mismos. Todo lo demás es regalo, sorpresa, pura Providencia. ¡Ánimo!

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