Etiquetamos la realidad, las personas sin caer en la cuenta que es una forma supercial y engañosa de relacionarnos; por puro miedo, con el fin de protejernos. Y la gran contradicción es cuanto sufrimiento generamos cuando miramos y actuamos como los discípulos, y somos capaces de decir como ellos: "no es de los nuestros". Así provocamos esa exclusión, que uno no quiere para sí mismo.
Nos incapacitamos para ver la bondad que hay en lo distinto y diferente a nosotros. Limitamos nuestra capacidad de aceptación, que es la gran puerta al aprendizaje.
En ocasiones, nosotros los hermanos, que estamos llamados cada día a construir fraternidad, a ser testigos de ese amor universal de Jesús, somos motivo de escándalo para quienes nos rodean. Nuestros silencios, juicios, enfrentamientos, nuestra falta de gestos, miradas, son obstáculos y hacen tropezar a quienes caminan a nuestro lado.
Hoy Jesús nos dice: "No se lo impidáis". Lo nuestro, como seguidores de Jesús, es todo lo humano, todo lo real. Frente a la gravedad de este escándalo, tres propuestas radicales, que van a la raiz de las aspiraciones humanas.
- ¡Córtate la mano! Modifica tus acciones y apuesta por esos gestos de servivio y amor que Jesús propone a sus discipulos: tocar, acercarse, sonreir, ofrecer la mano, lavar los pies, ... gestos capaces de generar fraternidad, más allá de nuestras propias limitaciones.
- ¡Córtate los pies! Cambia tu rumbo, al estilo de Jesús, cultivando actitudes humanizadoras, como la acogida, el perdón, la aceptación y la confianza, en tí mismo, en los demás.
- ¡Sácate los ojos! Transfomar tu mirada a tí mismo y a quienes te rodean, y aprende a ver la realidad como la ve Dios. Donde todos ven un defecto a castigar y criticar, Dios ve una miseria a socorrer com-pasión.