viernes, 9 de marzo de 2012

COMBATIENDO LA RIVALIDAD ...

La rivalidad ofrece nuestro peor rostro. Despierta nuestros perores instintos y nos lleva a percibir a los demás como enemigos. Nos hace desconfiados y distantes, empujándonos a urdir planes maquiavélicos  para reducir a nuestro enemigo a la mínima expresión.
La rivalidad nos envilece, y logra sacar esa maldad capaz de hacer daño y cometer las injusticias más refinadas, de las que nos avergonzaremos más tarde, cuando el sentido común nos lo permita.
La rivalidad nos endiosa y nos hace creer que seremos invencibles, que no hay obstáculo que no podamos superar... 
La rivalidad conlleva "la fiebre del siempre ganar", como sea, a cualquier precio, no importa como, ¡ganar! Tiene múltiples traducciones, en protagonismos, en poder, en quedar siempre por encima, ... pero lo que importa es ser más...
La rivalidad nos reduce a un análisis de costes y beneficios, a un estudio de fortalezas y debilidades de nuestros competidores... Se acaba concretando en hacer leña de árbol caído, en ridiculizar, humillar, ningunear,... en definitiva, anular a quien percibimos como nuestro oponente.
Pero, ¿tiene cura esto de la rivalidad? ¡Cómo no!, sino no escribiría esta entrada... Es difícil, no  cabe duda, pero existen actitudes, gestos, que como pequeñas pastillas pueden ir minimizando sus efectos y lograr controlar esta dichosa rivalidad.
Contra la rivalidad, acoja la debilidad ajena, sin escandalizarse, ni humillando... sabiendo que todos portamos lo nuestro.
Contra la rivalidad, el reconocimiento, que nos permite disfrutar de todo lo bueno que nos viene a través de las personas con las que compartimos en lo cotidiano. Es necesario aprender a valorar.
Contra la rivalidad, la disponibilidad, que es la puerta a la experiencia de servicio. Se trata de esa disposición  a ayudar de forma desinteresada, sin buscar ningún beneficio a cambio.
Contra la rivalidad, relativizar el éxito. Asumir que no siempre se gana, que hay quienes nos superan en determinadas facetas, que nuestras propias limitaciones nos obstaculizan lograr lo que nos proponemos,... y no pasa nada, ¡no siempre se gana!, aprendemos a perder.
Contra la rivalidad, nos queda el antibiótico más fuerte, la fraternidad. Hacerse hermano de quienes forman parte cotidiana de nuestra vida, de quienes más nos necesitan. Se trata de ser creadores de lazos, constructores de puentes entre orillas, antes infranqueables. Un paso definitivo que acaba por aniquilar todo posible resquicio de rivalidad que pudiese quedar en el corazón del hombre.
Se puede, pero hoy más que nunca, es necesario de un compromiso consistente, que nos haga resistir a la tentación del uso del poder, del ganar por ganar. Gracias  y buenas noches.

2 comentarios:

  1. Como tutor de bachillerato, te puedo asegurar que a nuestros jóvenes la rivalidad y la competitividad les hace mucho, mucho daño; por eso me encantan tus recetas... Un abrazo Nacho

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  2. Todo un reto ... despertar, acompañar, generar alternativas.. apasionante, ¿verdad?.... Gracias

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